lunes, 18 de enero de 2010
A MIGUEL HERNÁNDEZ
Umbrío por la pena, casi bruno,
del dolor eres hijo y de la muerte,
de la noche del toro ya humillado,
vencido y siempre eterno, inexorable.
Tus grandes ojos hieren de la historia
la sombra que viviste entre cuchillos.
Tu campesina voz y tu alegría
murieron por la pena sepultadas.
Te has quedado solo, sin tu sombra,
sin tus huesos, tu boca, tu mirada,
sin victoria, sin cárcel, con poetas.
El barro te ha ganado, pero vives
en un eco sin muerte y en un viento
que viene por la tierra enamorado.
lunes, 4 de enero de 2010
POEMAS PARA BARCOS DE PAPEL
Fui un niño que en atardeceres castellanos dejaba en las aguas del Duero, río de mi devenir, barquitos de papel. Ahora sé que en el frágil material de aquellos barcos iban impresos estos poemas.
I
Dejando atrás el alto donde anidan
la nieve y la pureza, lento llega,
a pecho descubierto, la voz clara,
en majestad tan llana que conmueve.
Y se agrupan, estáticos, los álamos
en hilera, al sosiego de la tarde,
y los juncos inclinan su figura,
veloz, la golondrina roza el agua.
Maduro llega el río en esta hora
que bajan las estrellas a bañarse.
Cansado va, siguiendo su derrota.
Yo me bajo conmigo hasta sus aguas
y sumerjo mis manos en su torso.
Detenido en la orilla ya me alejo.
II
Como el pino perenne alzo mi copa
para brindar con viento con el cielo.
Como el pino rezumo mil heridas
que van cicatrizando y dejan huella.
Pero el pino afianza sus raíces
en la tierra que sabe suya y bebe,
y cuanto más la bebe más se afirma
su condición estable frente al tiempo.
Yo no tengo raíces que sustenten
la brevedad de círculos concéntricos
en mi tronco trazados con mi sangre.
Y sin embargo bebo, y brindo, y sé
que el hacha que me trunque habrá de darle
eterna dimensión a mi madera.
III
El agua de mi infancia clarioscura
espejea en los charcos sin memoria
borrados por el sol de algún estío
que cuarteó la tierra otrora fértil.
Devine un tiempo en río de aguas rápidas,
corrientes de miradas y murmullos
que dejan en el viento seco un eco
mientras cruzan la tierra detenida.
Mi historia no es más que eso: agua y más agua.
Hay un mar que me espera más allá
de la tierra que yo amo, bebo y surco.
Mi sino es también agua y cuando llueve
me mojo por entero por quitarme
el polvo que los siglos me han impuesto.
I
Dejando atrás el alto donde anidan
la nieve y la pureza, lento llega,
a pecho descubierto, la voz clara,
en majestad tan llana que conmueve.
Y se agrupan, estáticos, los álamos
en hilera, al sosiego de la tarde,
y los juncos inclinan su figura,
veloz, la golondrina roza el agua.
Maduro llega el río en esta hora
que bajan las estrellas a bañarse.
Cansado va, siguiendo su derrota.
Yo me bajo conmigo hasta sus aguas
y sumerjo mis manos en su torso.
Detenido en la orilla ya me alejo.
II
Como el pino perenne alzo mi copa
para brindar con viento con el cielo.
Como el pino rezumo mil heridas
que van cicatrizando y dejan huella.
Pero el pino afianza sus raíces
en la tierra que sabe suya y bebe,
y cuanto más la bebe más se afirma
su condición estable frente al tiempo.
Yo no tengo raíces que sustenten
la brevedad de círculos concéntricos
en mi tronco trazados con mi sangre.
Y sin embargo bebo, y brindo, y sé
que el hacha que me trunque habrá de darle
eterna dimensión a mi madera.
III
El agua de mi infancia clarioscura
espejea en los charcos sin memoria
borrados por el sol de algún estío
que cuarteó la tierra otrora fértil.
Devine un tiempo en río de aguas rápidas,
corrientes de miradas y murmullos
que dejan en el viento seco un eco
mientras cruzan la tierra detenida.
Mi historia no es más que eso: agua y más agua.
Hay un mar que me espera más allá
de la tierra que yo amo, bebo y surco.
Mi sino es también agua y cuando llueve
me mojo por entero por quitarme
el polvo que los siglos me han impuesto.
Con este poema participo en el segundo Concurso de Poesía de Heptagrama
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