martes, 30 de enero de 2024

VINO LA MUERTE Y SE INSTALÓ EN SUS OJOS



Morir, y joven: antes que destruya

el tiempo aleve la gentil corona;

cuando la vida dice aún: soy tuya,

aunque sepamos bien que nos traiciona.

  (MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA)

 

Hay vidas que se quiebran como versos

de cercenados poemas.

Las cunetas de la literatura

están llenas de cadáveres.

 

Fui joven, me lavé los ojos y las letras

en las aguas del Duero, bebí, amarillo y azul,

el aire en las lentas tardes de Castilla, descubrí,

lo confirmo ahora, que diciembre es un mes aciago

y mayo puede ser un mes triste. Marché a morir lejos,

en páginas de libros entonces ignorados.

Portaba un puñado de poemas en los bolsillos

y en las manos, toda la sed y mucho amor por descubrir.

Cumplidos los cincuenta, supe del dolor

de estar muerto y lloré a los poetas jóvenes que se fueron

como si yo también me hubiera ido.

Leí sus poemas, sus violines rotos al viento matinal.

Sentí su intensa existencia, sus quebrados pasos,

sus vidas como versos, sus poemas como sangre

en los ojos sedientos y el repentino vacío.

Fenecí, ya digo, porque murieron mis versos

o quizá nunca nacieron y mi juventud fue un sueño

y un despertar amargo de violeta nocturna.

Vuelto ahora a la vida con la esperanza intacta

y esperando a la muerte con los deberes hechos,

busco aún el verso forjado en la ceniza, airoso sobre el polvo.

Y me duelen la vida, los poemas nonatos, la obra breve,

la obra en plenitud truncada por balas asesinas, tuberculosis, cáncer,

las cárceles, el accidente fatal, la irónica existencia,

el final autoimpuesto…

 

Es bello el dolor de lo cercano quizás por ser más nuestro.

Y, aunque quiera recordar a ciertos clásicos y ciertas latitudes,

me vienen a la mente los que escriben

eternamente con las huellas que comprendo

por hermanas, me vienen a la boca los más próximos.

 

Y me duele el recuerdo del más grande y más llorado,

Federico sin tumba y sin descanso.

Me duelen los abiertos ojos de Miguel campesinamente ausente,

penalmente silenciado.

Me duelen las hercúleas rosas de Tomás Morales tronchadas y reunidas

en un ramillete marino y modernista.

Me duelen las derrotas de Marius Torres, vencido por la enfermedad y la poesía.

Me duele la falta sin fondo de Miguel Labordeta.

Me duele la locura de los Panero prefigurada por Juan y su accidente.

Aníbal Núñez diluyéndose como un verso maldito, me duele.

Me duele José Luis Hidalgo poniendo rostro a sus muertos

desde la cama de un hospital con neumonía.

Me duelen Carmen Jodra y Maria Mercè Marçal unidas

en la distancia por el cáncer, la filología clásica y otros demonios.

Me duele Juana Borrero y su última rima con sangre en vez de besos por los labios.

Me duele Eduardo Haro rindiendo al sida su último verso.

Me duele Roque Dalton ejecutado

porque en todos los bandos hay asesinos

y al poeta no lo salva ni Dios ni Marx.

Permitidme citar doloridamente a los bardos soldados

de otros tiempos y soslayada muerte, Garcilaso y Manrique...

y recordar a los derrotados que descubrí en otro idioma nuestro

nutriendo una antología de poetas muertos a una edad nada provecta

—Héctor, Andrea, Ismael, Anna, Toni, Àlex—,

cada cual con su trágica muerte y su circunstancia a cuestas.

Perdonadme los olvidos y las limitaciones

de todo polvo que aspira a ser de viento. Perdonadme el dolor.

 

Me duelen los poemas inacabados y los jóvenes poetas suicidas:

Gabriel Ferrater que no quiso cumplir los cincuenta,

Pedro Casariego, mordido por un tren en Aravaca,

José Asunción Silva con el corazón dibujado en el pecho,

Ángel Ganivet y su persistencia en las heladas aguas de Riga,

Alfonsina, leyenda ya del Mar del Plata,

y Alejandra, Norma Jean de la poesía,

el Rimbaud canario, Félix Francisco Casanova,

Eduardo Hervás que descubrió en el gas

la poesía de los fluidos y la eternidad de la materia,

Javier Egea definitivamente imbuido de otra sentimentalidad

y Pablo del Águila jugando a la margarita rusa

de la duda permanente: ¿accidente o suicidio?...

 

Me duelen tantos otros que dejaron vacíos

de negro manual a una edad tan prematura

y no pueden estar aquí y parece que no hayan existido.

Me afligen los abatidos tempranamente

y los versos que nunca escribieron lloran en las madrugadas de óxido

fantasmales ausencias que dejan en los ojos un recuerdo de nieblas.

En tardes de pandemia rastreé sus pasos, la huella peregrina,

el hueco de la nada, la imagen, la memoria, el poema quebrado.

Poetas de vida breve y obra inconmensurable se fueron

por el tiempo y sus arenas, memoria de ceniza, lluvia de olvido,

nombres que se evaporan por la rima sonora de la aurora…

Alguno ni siquiera llegó a escribir el verso

soñado en la trinchera del lecho y de la ausencia,

otros eran ya una estrofa de luz en cada esquina.

 

Me duelen los poetas y todas sus muertes como duelen

las nubes que son lluvia o son poema.

Me duele la edad tronchada, las vidas traicionadas,

los ojos con la hondura final de quienes amaron tanto.

 

                                                      Secretamente quisiera haber muerto como ellos.



Este poema fue elegido ganador del XXI Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma y Alba el 8 de enero de 2024 en Nava de la Asunción, provincia de Segovia, lugar tan vinculado a la vida y obra del poeta barcelonés. 

                                                            


sábado, 27 de mayo de 2023

PALABRAS PARA UNA AUSENCIA

 

A la memoria de Almudena Grandes




 

Si el amor, como todo, es cuestión de palabras,

acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma.

LUIS GARCÍA MONTERO




 

 I


Somos hijos de nuestras lecturas,

innumerables padres y madres nos forjaron

desde mi mama me mima hasta el infinito en un junco

o el libro de arena que nos contiene en un estante

oculto de la inmortal biblioteca ciega, o el cementerio

de los libros olvidados, o los mundos mágicos

de Oz, Barcelona, Vetusta, Macondo, Comala…

Escribimos para perpetuarnos en afines lectores,

en los ojos de aquellos que descubren nuestro mirar como suyo

y  en los de quienes nunca leerán un verso, un párrafo,

una página en blanco donde nada ocurre y un universo cabe.

Somos las sílabas heredadas que recolectamos y legamos

con la vana ilusión de crear un idioma, hacer un mundo

en una lengua que nos sobreviva cuando, como tú,

nos apartemos a un lado del camino por donde fuimos

derramando palabras, o viento, o lluvia, o amor…  


 

II

 

Porque no hay edades que no sientan la erótica carga del llanto y la ausencia,

ni corazón helado por esta España tan machadianamente tuya

—la de los aires difíciles y castillos de cartón, la de los besos

en el pan y en la boca amarga del abandono— que no llore tu partida.

Bailamos un tango interminable como un río o como un nombre

en la amplia geografía humana de cualquier viernes desierto y negro,

buscamos la alegría, eternamente Inés, y Malena, Manolita, Lulú…

pacientes deudores de una guerra interminable, lectores

de las vidas que nos diste, con esa letra grande de las madres

en las celebraciones y las derrotas, con ese vocabulario de los balcones,

de estaciones de paso y herida perpetua,

palabras eternas en dulce maridaje de poeta y narradora.   

 

 

 

III

 

Bajo la luz quemada y con frio en los ojos pasamos como nubes de ciudad,

con la historia desnuda de nuestras vidas oculta en habitaciones separadas,

con esta suerte frágil de vivir con tu nombre aún en nuestros labios,

con puertas silentes en la espalda y un murmullo de agua,  

con besos tan dorados como el beso aquel de la memoria,

con el tiempo sin tacones y el habla de los jardines extranjeros,

con las ramas muchachas y difíciles de las palmeras altas,

con ese sueño tuyo que no puedes ya contarnos,

testigos mudos de la historia donde van a esconderse los últimos abrazos

vamos, sin idiomas, de nuestras soledades a la tuya,

escogiendo nuestras derrotas como si alguna vez no hubieses existido,

porque somos ya diciembre como el cadáver blanco de los ríos,

y no sabe de amor quien no ha perdido, por amor, una casa,

porque ya conoces los vientos, la lejanía y la piel de la noche

y tu nombre lleva el invierno encerrado en sus sílabas

como nieve de olvido para aprender a recordarte,

porque no estás aquí y nadie sabe dónde acaban los sueños.

 

 

 

IV

 

Federico García lleva de la mano bajo la luna triste de Granada

a Luis García Montero, cervantino y desolado,

y se queda Rota con su nombre a solas,

Alberti, blanca melena al viento, entra en la ciudad como en un libro,

Miguel Hernández te sueña en su encierro con los ojos abiertos

y Antonio Machado rompe en dos el corazón como aquellos versos

que recordar no quiso. Julio Verne presagia a tu lector y Galdós

pinta las calles y mentideros de la capital que espera tu llegada

para sentir un soplo de aire fresco entre el olor secular de la miseria.

Madrid te nacerá, rompeolas de todas las Españas, para dejarte al fin

en la última página de arena que nos cuenta.

 

Apenado y solo recojo sal de llanto, palabras:

palabras tuyas, de ellos, de todos los que han sido

sobre la tierra nuestra, palabras para sobrevivir

al dolor de tanta ausencia, tanta humillación,

tanta derrota, tanta luz apagada, al dolor,

tú lo sabes bien, de ser mujer o ser poeta.


Poema ganador  del 

XLIII Certamen de Poesía Pluma de Oro, Alcorcón (Madrid), 2023.

martes, 28 de febrero de 2023

CIUDAD DE LUNA Y DE LLANTO

 

A José Moreno Arenas

 

Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena.

(FEDERICO)

 

El oro de los arroyos

flota en la tarde tronchada

y Federico García

camina sobre las ramas,

enorme muerto del aire,

rumor oscuro de balas,

verde sueño de la mar

con barcos en las entrañas.

Los gritos que da la noche

ceniza de fuentes calla

y los heridos de espuma

tejen ojos de campanas.             

Llevan los grises olivos

capotes a las espaldas

y versos de sangre abierta

clavan cuchillos al alba.

Las manos tristes del viento

esconden bajo las cañas

las penas de los ahogados

en noches de luengas capas.

 

Vienen del sur más al sur

llantos de sierras nevadas.

El aire caliente muerde

por jardines y por calas.

En el cordobán del llano

resuenan amargas palmas,

silencia rumor de ríos

el polvo de las guitarras.

Caen cirios de penumbra

derramando por las tapias

ojos de ninguna aurora

que la noche no levantan.

Son de sangre, no de oro,

los crepúsculos de gasa.  

Viejos recuerdos de bueyes

lloran los cauces sin agua.

Los arrabales de luna

con surtidores de calma

acechan pasos silentes

sin rejas en las ventanas.

 

Suben del trigo a la nieve

las coplas que el pueblo canta

y van buscando la mar

cansadas hebras de plata.

Cauces cerrados de mirtos

insinúan su plegaria

cuando los ríos se juntan

y hacen pequeños los mapas.

Corriendo van por la vega

y penetran en las casas

donde duermen los romanos

y los gitanos descansan.

Ofrecen al caminante

sombra de cal y posada

con aire de orfebrería

y aleros de filigranas.

Los pontones gimen secos

primera canción del alba.

Los ríos de Andalucía

nunca olvidan lo que cantan.            

 

Federico en carne viva

solo por amor aguarda,

doradas como los trigos,

desencarnadas navajas,

que si no le dan la vida

le servirán de mortaja.

La tarde calla en los pozos

que compartían sus aguas.

Y el amor que entonces era

olivo de pena amarga

regala por las aceras

su dentadura de espadas.

Tras las hileras de chopos

se desmoronan las casas

y se adormecen rencores

por el corral de Bernarda.

Asquerosamente rubia

se resolvió la mañana.

¡Ay, como respira el tiempo

bajo la arena del drama!

 

¡Ay, ciudad de los poetas,

de las líquidas metáforas!

¿Qué ciego cubrió con sangre

 júbilo de tus pestañas?

Agonía de claveles

a los miradores clama,

sin ojos porque no hay nadie

que en el polvo abra ventanas.

Galopa corcel de viento

que en el mar los enterrara

y su cutis de aceituna

porque lo descubra el alba

pone el poeta en la brisa

que batalla con las alas.

¡Mirad como cuaja el tiempo

en las heridas de balas

y recitan sus poemas

bocas nacidas del agua!

¡Cómo retumban los pasos

por la luna, en su Granada!

 Granada, junio 2022


 Poema ganador del 

XXXIV CERTAMEN DE POESÍA BLAS INFANTE 

Apartado B (Lo andaluz en general)

lunes, 11 de abril de 2022

POSESIÓN DEL FUEGO

 

                               

                                               

                                             


                                                       Al fuego se le posee

                                           con los ojos.

                                                           JOSÉ HIERRO

I

 

TODO LO QUE POSEO se incendia ante mis ojos.

Los pinos de mi infancia de resinosa tea

y el mar que me atardece en su lenta marea

arden como mis versos en tardes de rastrojos.

 

Hay un viento que aviva en mi brasero rojos

rescoldos de poemas; impregnado de brea

el aire que preciso para arder me rodea

sobre el suelo que piso de quemados abrojos.

 

Un bosque devastado cuya sangre rezumo

oculta entre las llamas frustrados aleteos

sustento de la vida que a diario consumo.

 

Voy quemando palabras, pensamientos, deseos,

que devienen cenizas bajo altares de humo,

recuerdos calcinados de imposibles trofeos.

 

 

 

II

 

LOS LABIOS DE LA TARDE, entreabiertos y leves,

y cuerpos femeninos que el aire contornea,

el mar, tan infinito, cercano en la marea

y montes que sustentan al viento con sus nieves,

 

la luz que en primavera cristaliza en las breves

metáforas de flores, la vida que blanquea

en las esquinas óseas de una olvidada aldea,

penetran en los ojos con que a mirar te atreves.

 

El sol cada mañana brillando en la espadaña,

dulce placer silente que la vida produce,

cotidiana belleza despierta y te acompaña.

 

El fuego que avivamos crepita, crece, luce

en la noche del alma y ya, en áurea maraña,

un batallón de chispas nos anima y conduce.

                           

 

 

III

 

PERO TAMBIÉN LA MUERTE nos entra por los ojos.

Las muertes más lejanas penetran en las casas

dejando en la memoria sus incendiadas brasas,

sus frías llamaradas sobre cojines rojos.

 

Pero el dolor también, surgido entre matojos

que bordean el alma, llega impregnando gasas,

se instala en las conciencias adormecidas, lasas,

que ante dioses modernos se postraron de hinojos.

 

Y la maldad se adviene, abyecta, retorcida,

consumida en si misma, a las salas del alma.

Está la puerta franca, cangrenada la herida.

 

La fealdad nos ronda con su mirada calma

de amanecer oscuro, de noche sin salida.

Y el fuego de su mano nos oculta la palma.

 

 

 

IV

 

 MEMORIA CENICIENTA o amarilla en estantes,

en el caso mejor, o un olvido rotundo

mientras miran las cosas como gira su mundo

y abren otros ojos sus fugaces instantes.

 

Palabras abrazadas, pesados contrincantes,

se  disputan a muerte este espacio profundo

sobre el blanco impoluto del papel moribundo

donde deja la vida desmantelados guantes.

 

No queda más. La llama ya tan sólo devora

estas frases que siento bajar desde mi sangre,

torrente impetuoso que llegara a deshora.

 

No queda más, es todo. Dejad que me desangre

y mirad como arde el fuego que es aurora

tendiendo entre las nubes un ahumado palangre.

 

 

 

V

 

UNA MIRADA SÓLO más allá de este fuego

con que engaño a mis ojos, una mirada pido.

Donde nadie ha mirado ni siquiera dormido.

Más allá de las llamas, aunque me quede ciego.

 

Desangelada urdimbre para un posible luego,

con remedo de luz voy forjando el olvido,

esperanza futura por vivir lo vivido,

 por yacer para siempre callado entre el espliego.

 

O Dios, o fuego, o verso, ferviente llamarada

que iluminas de antiguo el camino que andamos,

déjame conocerte con sólo una mirada.

 

Déjame la palabra de luminosos ramos

ardiendo entre los dedos, como una cuchillada

apenas entrevista del fuego que anhelamos.

 

 Trabajo galardonado con el tercer premio III Certamen de Poesía Antonia Pérez Alegre Viladecans (Barcelona), 2006. Editado en Antología del Certamen (2007) y en Orento (2015)